Las condiciones de trabajo

El documento anteriormente citado (memoria estadística del distrito minero de Guipuzcoa, de 1925) se dice "En el trabajo de las canteras han perecido durante 1924 cinco obreros y sufrido heridas graves tres. La proporcionalidad entre el número de obreros muertos y el de sucesos desgraciados, acusa que los accidentes mortales exceden en más de tres veces a los de los ocurridos en las minas, pero la comparación resulta falseada, porque no de todas las desgracias en las canteras se tiene noticia y, además, porque su labor es siempre intermitente".

Después del encargado de la cantera era el artillero, especialista de 1a, el trabajador de mayor cualificación en las canteras de áridos.

Vista aérea de una cantera en explotaciónVista aérea de una cantera en explotación. Los trabajadores realizan diversas operaciones.

Debía conocer el manejo de explosivos y las normas, instrucciones y reglamentos de seguridad establecidos oficialmente y estar en posesión de la cartilla que le autorizaba a ello, la que se le concedía previo examen y que tenía que ser renovada cada 5 años, lo que les avalaba como expertos y les hacía responsables del transporte de los explosivos desde los depósitos hasta los distintos lugares en los que iban a ser empleados, de la preparación de los cartuchos y detonadores, de la carga de los barrenos y de su "pega".

Habitualmente eran trabajadores que iniciaban su aprendizaje desde jóvenes en minas o canteras y que por experiencia iban adquiriendo conocimientos sobre dónde colocar las cargas y cómo hacerlo para con el menor trabajo y consumo de explosivos, obtener la mayor cantidad de material. El peligro que conlleva su actividad lo convertía en un oficio singular.

Les seguían los barrenistas (especialistas de 2a) que perforaban los orificios manualmente con barras y mazos y más tarde con máquinas neumáticas, y ayudaban a los artilleros en la colocación de los explosivos y mechas. Los peones que recogían y transportaban el material constituían el tercer nivel.

Todos ellos desempeñaban su labor al aire libre cualesquiera que fueran las condiciones ambientales, lo que suponía en casos de nieve, lluvia o intensos fríos o calores un importante endurecimiento del trabajo.

Hacia 1953, un encargado de cantera ganaba 750 ptas./mes más 150 de suplemento y en algunos casos un tanto por ciento por ahorro en el consumo de dinamita, un artillero 12 ptas./día más una prima del 15% del salario obtenido por los peones, incentivo que era del 10% en el caso de los barrenistas y 5% el que manejaba la máquina trituradora.

Los peones cobraban 7,5 ptas./día para lo que debían cargar y transportar un mínimo de 5 vagonetas por jornada. Asimismo, percibían una prima que llegaba a 5 ptas. si alcanzaban las 12 vagonetas, lo que conseguían en unas 5 ó 6 horas de trabajo. Alcanzada esta producción, sobre todos los trabajadores procedentes de los caseríos próximos, terminaban voluntariamente la jornada de trabajo en la cantera, otros continuaban hasta alcanzar en algunos casos las 15 vagonetas/día. Con todo ello el salario percibido era superior a los de los peones de las cercanas fábricas.

La jornada de trabajo era de 8 horas al día, incluidos los sábados, en dos turnos, el primero de 6,00 a 14,00 horas y el segundo de 14,00 a 22,00 horas, para lo que iluminaban la cantera con focos cuando faltaba la luz natural. En días de lluvia el artillero y el barrenista no trabajaban, pero sí lo hacían los peones que recogían y transportaban el material en vagonetas.

En las épocas de mayor demanda de trabajadores (años cincuenta y sesenta) la oferta de la zona no era suficiente por lo que llegaron a las canteras sobretodo extremeños y gallegos y se hospedaban "apopilu" principalmente en caseríos de la zona.

Hacia 1970-75 se introdujo el encendido eléctrico para originar la explosión, así como la goma como explosivo. Como consecuencia de todo ello las voladuras fueron de mayor volumen y se trabajaba dejando bancadas en los taludes, por los que podían circular máquinas excavadoras que desprendían las rocas sueltas, con lo que ya no fue necesario que el artillero y el barrenista se colgaran con cuerdas para desprenderlas. De la misma forma, sustituyeron a los peones en la recogida y transporte de las piedras desmenuzadas.