Las canteras de bloques

No resulta fácil definir con claridad cuales eran en el pasado las tareas específicas de los oficios relacionados con la cantería dedicada a la obtención y labrado de piedras para la construcción, dado su carácter itinerante, y porque a diferencia de otras actividades relativamente similares no llegaron a constituir gremios.

Según el excelente trabajo de José Ángel Barrio y José G. Moya Valgañon, desde el siglo XVI hasta el XVIII, los contratos de aprendizaje no diferían de los que eran habituales en otros oficios, estableciéndose de forma minuciosa como mínimo que el maestro debe enseñar al aprendiz todas las artes de la profesión sin ocultarle nada, que éste permanecería en el taller todo el tiempo convenido y los compromisos en cuanto a manutención, vestido y hospedaje así como la retribución, si la hubiere, definiéndose también las responsabilidades por el incumplimiento de las obligaciones contraídas. Los oficios básicos eran los de "sacador", "desbastador", "cantero-labrante" y "asentador", cada uno con sus características específicas, mientras el de "entallador" abarcaba varias tareas que hoy consideraríamos de diversos sectores. A las distintas categorías se llegaba mediante prueba fundamentalmente práctica ante los maestros examinadores.

La tarea de "sacador" de piedra era la que requería menores conocimientos, dedicándose con la ayuda de barras, barrenas, cuñas, mazas y picachones a extraer las rocas. La voladura de las mismas, usando la pólvora, tenía notables inconvenientes como el peligro para los trabajadores, bajo rendimiento del material aprovechable y elevados costes de escuadrado de las piezas extraídas al presentar formas heterogéneas. Sin embargo, el sistema ha perdurado hasta nuestros días, para la obtención de material de tamaño reducido y siempre que su configuración no tenga importancia.

El oficio de "desbastador" exigía más habilidades pues con el auxilio de escasas herramientas manuales (cinceles, macetas, puntero, etc.), debía de dar a las piedras las formas finales aproximadas antes de enviarlas a las obras. En algunos casos ambas actividades las ejercían las mismas personas.

El encargado de labrar la piedra era el "cantero" también llamado "labrante" y que corresponde con nuestro clásico "arguiña". Su trabajo fundamental en la construcción se llevaba a cabo a pie de obra, siendo las herramientas básicas utilizadas el cincel, escuadra, regla, trinchete y escota. En 1905 ya se constituyó en Bilbao la Unión Profesional de obreros Canteros (Labrantes) estableciéndose en su artículo 52 "Los solicitantes deberán reunir las condiciones siguientes: Ser notoriamente, católico, apostólico romano y de ordenadas costumbres; haber trabajado durante dos años en la profesión de cantero (labrante) y residido en el distrito durante seis meses, y no pasar de los 45 años de edad. Deberán ser obreros hábiles, (á juicio de la Junta Directiva), y se exigirán certificados de competencia cuando se creyese conveniente".

Dibujo de cantero

DinamiteroDinamitero / artillero en el desempeño de su oficio en 1905, según dibujo de la Unión Española de Explosivos.

El trabajo manualEl trabajo manual, duro ha estado presente en nuestras canteras hasta hace pocos años.

Los "asentadores" eran los encargados de colocar los materiales para lo que era fundamental la barra de uña. Su responsabilidad era notable pues la rotura de las piedras (que sus errores podían producir), suponía graves perjuicios económicos.

La extracción de bloques de piedra, ha sido una actividad importante en el macizo de Izarraitz durante varios siglos siendo numerosas las canteras, generalmente situadas en lugares de difícil acceso, que han gozado de presigio debido a la calidad de sus mármoles y jaspes, que se han utilizado en la construcción de numerosos edificios de la zona, destacando el Santuario de Loyola.

La extracción se ha realizado utilizando métodos totalmente manuales y como herramientas la barrena, porra, cuña y la palanca, y para escuadrado de las piedras únicamente el puntero y la maceta.

Gracias a las informaciones de Patxi Albizu, del caserío Soarte, de Lastur, cantero desde su juventud, hemos podido conocer los sistemas de extracción utilizados a principios del presente siglo.

Durante décadas se desarró una importante actividad extractiva en la cantera de Goltzíbar situada junto al caserío del mismo nombre en el término de Deba, lindando con el de Azpeitia.

Para iniciar las labores en una nueva zona de trabajo se comenzaba por limpiar toda la vegetación y retirar toda la tierra hasta tente la roca limpia visible. Seguidamente procedían a abrir el primer frente, para ello ejecutaban en la roca un agujero (barreno) horizontal de 40 mm de diámetro y unos 2 m de profundidad, utilizando la barrena, barra cilindrica o hexagonal con su extremo afilado. En el orificio así obtenido introducían pólvora y seguidamente cerraban con tierra.

Para provocar la explosión utilizaban una mecha elaborada por los mismos canteros, para lo que cortaban una rama de abrojo (larra) de aproximadamente medio metro de longitud, a la que posiblemente con un alambre sacaban la médula (muna), muy blanda, en toda su longitud, obteniendo una especie de tubo que rellenaban con pólvora a la que prendía fuego.

La explosión provocaba la rotura de la roca, que una vez retirada dejaba abierto el frente de trabajo del que se iban a extraer los bloques deseados. Para ello volvían a realizar otro orificio igual al anterior, que también se rellenaba con pólvora que explosionaban de la misma forma, con lo que la roca se fragmentaba por su parte inferior y se elevaba ligeramente. Para separar definitivamente los bloques efectuaban una serie de orificios verticales, de 2 cm. de diámetro, alineados con una separación entre los de 20 cm., utilizando las barrenas.

Una vez que habían efectuado todos los agujeros de una hilera los rellenaban de cal viva, añadían agua y los cerraban con tierra. La reacción del agua con la cal producía tal aumento de presión que al cabo de 24 horas la roca quedaba rajada y separada. También utilizaban largos palos de madera de haya bien redondeados a la medida justa del orificio, que se introducían en ellos a presión, para seguidamente verter agua que hinchaba la madera dando lugar a una fuerte presión y el resquebrajamiento de la roca.

 

  • El modo de producción arquitectónico en los siglos XVII y XVIII. Kobie. Revista de Ciencias nQ 10/1980.