La importancia del pulimento

Hacia 1920 el proceso de fabricación de los cuchillos comenzaba cortando trozos, con la forma del cuchillo a obtener, a partir de tiras de chapa de 1,5 mm. de espesor, de acero al carbono, para lo que se utilizaban prensas y troqueles con la formas adecuadas, que conseguían 40 golpes por minuto. A continuación los trozos de templaban, lo que se lograba introduciéndolos por el lado de la hoja en la ranura de un horno calentado con fuel-oil, para seguidamente introducirlos en un recipiente conteniendo aceite y sujetándolo fuertemente con unas tenaza para evitar su deformación.

Una vez templado el trozo de acero pasaba a desbaste y pulimento. En la primera operación, sentados los pulidores frente a la instalación, adelgazaban la hoja por el lado del filo, sujetándola con la mano, presionando sobre grandes piedras abrasivas que giraban movidas por el sistema de poleas y correas. Seguidamente se pulía toda la hoja y se le sacaba el filo, también a mano, utilizando poleas de madera con una correa de cuero en todo su perímetro revestidas de arena abrasiva adherida con cola.

cuchilleros de la zona de ThiersLos cuchilleros de la zona de Thiers (Francia) trabajaban echados sobre superficies planas situados encima de las piedras de afilar (Foto tomada de "Artes y Oficios de ayer" de John Seymmour).

A las pocas horas de trabajar la polea perdía la mayor parte del abrasivo, por lo que era preciso reponerlo, lo que se hacía dándole cola por todo su perímetro y haciéndola rodar sobre un recipiente lleno de abrasivo que quedaba adherido y después de unas horas de secado, la polea quedaba lista para una nueva utilización. Hasta tal punto era elevado el consumo de poleas que un trabajador se dedicaba exclusivamente a su preparación.

Tanto el pulido de la hoja como el del mango se hacía en varias fase sucesivas utilizando abrasivos cada vez más finos, hasta llegar al acabado deseado. Las distintas operaciones tenían nombres específicos: así las de la hoja eran piedra, áspero y fino y las del mango, áspero, fino y paño (para darles brillo).

Hasta 1940, las instalaciones de piedras abrasivas y poleas, no disponían de aspirador para recoser la gran cantidad de polvo y partículas que se desprendían, ni carcasas (únicamente defensas de cartón) que en caso de rotura de piedra protegieran al trabajador de los trozos que se saltaban con gran velocidad. Todo ello hacía que este trabajo fuera muy penoso y peligroso.

La postura y forma de sujetar la pieza eran importantes para conseguir una buena producción con el menor esfuerzo físico. Hacia 1.950, como consecuencia de una visita a fábricas alemanas de la zona de Solingen, especializada en cuchillería, se recomendó a los pulidores trabajar con los codos apoyados sobre sus rodillas, lo que originó una disminución del cansancio y un notable incremento de la producción. También se probó, sin éxito, el pulido en piedras areniscas de 1,5 m. de diámetro, con el trabajador tumbado sobre una tabla en la parte superior, como se hacía en Francia e Inglaterra, lo que permitía mayor superficie de contacto y las planchas protegían al trabajador de las salpicaduras.

Una vez pulidos los cuchillos se niquelaban o cromaban en instalaciones de la propia empresa y se les "sacaba" los dientes del filo con un sencillo procedimiento a semejanza del que utilizaban algunas fábricas alemanas.