Los carpinteros de ribera

La actividad de los carpinteros de ribera abarcaba desde la selección de los árboles en el monte hasta el aserrado, fabricación de las distintas piezas, su ensamblado y construcción total del casco, así como el calafateado o impermeabilización de las juntas. El oficio se ha transmitido de padres a hijos en muchos casos, para, en otros casos, independizarse oficiales expertos para crear su propio astillero.

Hasta el siglo XIX fueron con frecuencia los propios marinos y armadores los diseñadores y directores de la obra, siendo los carpinteros de ribera los ejecutores materiales, para a partir de aquella época comenzar estos últimos a diseñar y desarrollar la construcción en base a unos datos básicos establecidos inicialmente por el cliente.

El maestro, generalmente el propietario, era el experto en la construcción, dominando las formas y dimensiones de los barcos. Asimismo diri­gía el trabajo, realizando también labores materiales.

Ya en el siglo XVI los carpinteros de ribera se iniciaban en el oficio como aprendices al lado de un oficial experto. Comenzaban su aprendizaje con 14 años y a veces con 12, y con frecuencia se establecía un contrato entre ambas partes.

Vista general de un astilleroVista general de un astillero de los años veinte con un barco en construcción. (Fototeka Kutxa).

Instalaciones de un astilleroLas instalaciones de un astillero han sido tradicionalmente sencillas con numerosos andamios y gran predominio de la madera. (Fototeka Kutxa).

Hasta fechas recientes la forma de iniciarse en el oficio ha sido la misma, e iban ascendiendo profesionalmente a medida que aumentaban sus conocimientos. Un carpintero experimentado sabía elaborar y montar todas las piezas del barco, estando capacitado para determinar las formas y medidas más convenientes para la buena navegabilidad, seguridad y rendimiento del barco que construía, y en ocasiones, modificaba las características que se habían establecido al inicio de la construcción, al considerarlas más adecuadas.

La caja de herramientas que contenía los útiles de trabajo era de su propiedad, y estaban autorizados para llevar a sus casas los trozos de madera y astillas que necesitaran para el fuego.

Generalmente su retribución era menor que los marineros de bajura. Sin embargo, su salario era fijo y no estaba sujeto a la incertidumbre y variabilidad del resultado de la pesca.

Los carpinteros de ribera de nuestra costa fueron perdiendo su trabajo a partir de 1970 al dejar de construirse barcos de bajura, sobre todo de madera con toda la crisis que supuso este cambio para la actividad. Desde aquellas fechas los pesqueros más importantes y todos los arrastreros se construyen con casco metálico y las pequeñas embarcaciones de madera, motoras y botes están siendo sustituidas por otras de casco de poliéster.

Hacia 1975 solo se mantenían en actividad unos pocos artesanos dedicados a reparaciones de las embarcaciones existentes, y hoy son contados los que figuran en activo.

Clemente Goldaracena, nacido en San Sebastián en 1888, ebanista de profesión, se inició como carpintero de ribera en los astilleros Andonaegui de Pasajes San Pedro, para posteriormente independizarse instalándose en Orio, y finalmente, en 1932, en Pasajes, donde desde 1935 se dedicó exclusivamente a la construcción de barcos, con unas dimensiones de 8 a 10 m. de eslora, 2,5 a 3 m. de manga y 1,5 m. de puntal, llegando a emplear a 23 trabajadores. Su hijo Luis, que comenzó a aprender la profesión con su padre a los 14 años, continuó en la actividad hasta 1970 en que se cierra el astillero pues "ni se fabrican apenas barcos de madera, ni había operarios que los supieran hacer". Llegaron a construir 60 embarcaciones de las que 44 tuvieron cierta entidad.

Asimismo, José Miguel Elizondo, nacido hacia 1860 en Orio, comenzó su aprendizaje de carpintero de ribera a los 14 años en Bilbao, volviendo a su pueblo natal para instalar su propio astillero. Su hijo Manuel amplió el negocio llegando a ocupar hasta 12 operarios construyendo numerosos barcos de pesca para Orio, San Sebastián y Fuenterrabia con un peso medio de 30 tns., aunque en algunos casos como el Mater Inmaculada, en 1964, llegó a unas 120. Su hijo Vicente y el de éste, Eduardo, continuaron la actividad, de donde salieron oficiales experimentados que al establecerse por su cuenta dieron origen a diversos astilleros en otras poblaciones de nuestra costa.

Otra forma de aprender el oficio ha sido la de carpinteros ya experimentados en la fabricación de artículos de madera, que se especializaban en la construcción naval. Este es el caso de Manuel Galarraga, que en 1934 se asocia en Zumaya con José María Lasquibar carpintero de ribera, comenzando la construcción de pequeñas embarcaciones, para en 1941 instalarse en Bedua tras formar sociedad con Manuel Urbieta, para la construcción de barcos de pesca, llegando a ocupar a 14 trabajadores. Hasta 1974 fecha de la última botadura construyeron un total de 115 embarcaciones, entre ellas 62 de bajura y 40 arrastreros.