La comercialización y el transporte

También nos informa José Antonio Aspiazu de que existían en el mismo Vergara y en su comarca algunos expertos comerciantes de los productos en ella fabricados, que los compraban a los artesanos y los canalizaban hacia los puntos de venta dinamizando la actividad. Con frecuencia firmaban contratos de compra para garantizarse el suministro durante un periodo determinado y adelantaban al maestro “tijerero” un capital determinado, con el cual este último compraba la materia prima necesaria y financiaba su actividad durante el tiempo previsto.

Las zonas de venta eran Castilla y las colonias de América, y en la primera los principales centros de transacción las ferias de Medina del Campo, Medina de Rioseco y Valladolid. También Toledo, debido al prestigio de sus armas blancas, fue un importante destino de los productos de Vergara pues los comerciantes asentados en esa ciudad compraban “mucha cantidad”. Existían, así mismo, en ella doradores que se dedicaban a dar a las tijeras que adquirían un baño dorado que los hacía más atractivas, para seguidamente volver a venderlos.

El transporte hacía el interior lo realizaban los mulateros o trajineros, a los que también se les llamaba yangüeses, a lomo de mulas que podían transportar cada uno del orden de 12 arrobas (unos 150 kilogramos)

En los mercados citados los productos de la cuenca del Deva tenían que competir con tijeras y cuchillos importados de Francia y Bohemia, que aunque se fabricaban con materias primas de baja calidad, tenían un buen acabado y un aspecto delicado. La opinión de los maestros bergareses sobre ellos era que “se hace y labra sin acero...”, y por lo tanto eran “baratería”.