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Mientras que en nuestro País la elaboración de tijeras se realizaba a partir de piezas en bruto forjadas por estampa en maquinas de caída, en series de miles de piezas iguales que después se trabajaban manualmente, lo que permitió la fabricación de grandes cantidades, en otras regiones y en concreto en el limite oeste de Asturias (Taramundi y los Oscos) se mantuvo un proceso totalmente artesanal. En esta comarca un numero relativamente alto de artesanos elaboraban tijeras junto con cuchillos y navajas, distribuidos en un ámbito rural, cada uno en su propio taller, forjándolas de una en una en fragua por medio de golpes de martillos manuales y acabándolas por unos procedimientos que se asemejan a los que se utilizaban en el siglo XVI y ya descritos anteriormente.

Estos productos se vendían en ferias y comercios de las provincias limítrofes por donde eran distribuidos por pequeños vendedores con frecuencia ambulantes.

Con el paso de los años el numero de estos artesanos se ha ido reduciendo, pero actualmente su producto goza de gran prestigio precisamente por su carácter artesanal, lo que de momento permite la supervivencia de los artesanos en activo y el relevo generacional.

Al avanzar el siglo XX en nuestro País la evolución ha sido diferente. Los diversos talleres de pequeña entidad y no mecanizados, fueron cesando en su actividad, los últimos hacia 1990, y se han mantenido los de mayor dimensión con sistemas de producción modernizados y con productos de calidad.

Sin embargo, el volumen de su producción tiene una tendencia decreciente a pesar de su elevada calidad, motivada por la reducción del consumo y por las importaciones procedentes de países de reciente industrialización y coste de la mano de obra reducido.