La pesca en el Urola

Benito Etxabe Etxabe (1928), del caserío “Gorostiaundi” del barrio San Miguel de Artadi de Zumaia, ha compaginado desde su niñez las labores agrícolas con la pesca de la angula. Hace algunos años que ya no pesca, ahora lo hace su hijo y el se entretiene cosechando uva para hacer “txakolí” “para casa”. También lleva más de cincuenta años “ejerciendo” como organista de la iglesia de Artadi.

Benito nos cuenta, que antiguamente los anguleros eran los baserritarras de los caseríos ribereños, que después empezaron los pescadores de bajura y “ahora hay muchos anguleros pero las angulas no llegan para todos

Cree que las angulas entran en todos los ríos, pero “suben más por los que tienen mayor caudal”, por eso se pesca más en el Oria que en el Urola o el Deba. También cree que existen ciclos de cinco o seis años, “que entran muchas angulas”, después se van reduciendo hasta que llegue el siguiente ciclo.

Imanol IkutzaImanol Ikutza junto a un vivero de angulas. (Foto de Javier Carballo 01/03).

Dice que la mejor época para la pesca era la de octubre a marzo, “con la luna en cuarto creciente, unos ocho días y a veces con luna llena, y después de fuertes lluvias y con viento sur”. En los buenos años pescaban 15 ó 20 kilos cada noche. Recuerda que la noche del 19 al 20 de Noviembre de 1975, pescaron 40 kilos, “esa noche debieron de salir las angulas en manifestación...

Si pescaban mucho y no se vendía al día siguiente, guardaban las angulas vivas en un vivero de cemento que tienen en el caserío, por donde circula el agua corriente de un manantial.

Santiago Salegui Alkorta (1928), del caserio “Epiola Azpikoa” del barrio Oikina de Zumaia, pescaba angulas “desde chaval” con su padre José, utilizando el sistema de “txanela” fondeada, con una “baia” grande para llegar hasta el fondo y subiéndola con la ayuda de una “maquinilla y una polea”. Hace años que ya no pesca, ahora son su hijos Santi y Primitivo los que continúan con la tradición familiar.

Las angulas subían por el Urola hasta donde llega la marea alta, el puente de “Mantzizidor” de Oikina, allí se encontraban con el obstáculo de la presa, que les impedía seguir nadando, aunque una minoría conseguía superarla trepando entrelazadas unas con otras por las zonas húmedas de la pared, después seguían nadando y subían hasta la presa de “Errotaberri”, que está a más de seis kilómetros de la desembocadura del Urola.

En cuanto a las capturas, Santi recuerda haberle oído contar a su padre, que en los años veinte del siglo XX, llegaron a pescar hasta “sesenta kilos en una noche”. En las décadas de los años cincuenta y sesenta “era normal coger 4 ó 5 kilos cada noche, después hubo unos años que no se pescaba casi nada”; dice que otra vez a mediados de los setenta se incrementaron las capturas y se pescó mucho; “fue entonces cuando algunos empezaron a pescar con el sistema de arrastre del asturiano”, pero Santi no llegó a pescar nunca con motora.

Como en casi todos los caseríos, también tienen un vivero hecho con cemento, de 1,30 x 0,60 x 0,60 m., con agua corriente de un manantial, para guardar las angulas vivas, hasta que la demanda del mercado fuese propicia. Algunas angulas que quedaban atrapadas en las zanjas de agua de los sembrados, “crecían y convertían en anguilas”.

La operación de matar las angulas es muy importante y hay que hacerla muy bien, “primero se trocean las hojas de tabaco, que antes se cultivaba en el caserio , y se cuecen en un recipiente, el “caldo” que se obtiene se pasa por un colador y se deja enfriar, después se echa por encima de las angulas para matarlas; al morir sueltan un moco o espuma como los caracoles, entonces hay que limpiarlas muy bien con agua fría corriente.

A continuación se pone agua a cocer al fuego en un puchero grande, cuando comienza a hervir se meten las angulas durante muy poco tiempo, después se sacan y se extienden en una sábana hasta que se secan y se enfrían”.

Cuando se dejó el cultivo del tabaco en Guipúzcoa, se comenzó a emplear la labor de picadura, que se compraba en los estancos.